“Lujuria” pintura
de Carlos Cardán.
®®®®®
Hola
otra vez. Casi al fin de mi publicación anterior, refiriéndome a cuestiones
mundanas, mencioné a uno de los pecados que no deberían serlo. Me referí a la adorable
Lujuria. Esto me hizo recordar otro de aquellos escritos encuadernados que
encontré en mi camioneta y que no ha aparecido el autor. La transcribo tal cual
es, incluyendo los comentarios finales. Antes, un,
MOMENTO JOCOSO
Una exuberante y hermosa mujer se confiesa:
-Padre, me acosté con el párroco de San Miguel.
-¡Hija! Reza diez Padres Nuestros.
-No he terminado, es que… también ya me eché al párroco de Santa
Anna.
-¡Por Dios! Reza además 20 Aves Marías.
-Es que… también me tiré al párroco de San Gaspar. No sé qué me
pasa padre, pero veo una sotana y me quiero tirar al padre.
-Pues… hija, reza los 10 Padres Nuestros, las 20 Aves Marías, pero
sobre todo, recuerda que ésta es tu parroquia...
õõõõõõõõõõõõõõõõõõõõ
LUJURIA.
PIEZA TEATRAL CORTA
EN UN ACTO.
PERSONAJES:
SONIA.
FERNANDO.
ÉPOCA ACTUAL.
ABRE EL
TELÓN. SONIA ANTE SU ESCRITORIO APRIETA UN BOTÓN DEL INTERCOMUNICADOR TIENE UNA
AGENDA DE ESCRITORIO EN MANO.
Sonia.
Que pase
el señor Fernando Ruiz, por favor.
ENTRA
FERNANDO UN POCO APENADO.
Fernando.
¿La
doctora Sonia Rivas?
Sonia.
A sus
órdenes, pero no soy doctora.
SONIA SE
LEVANTA Y LO SALUDA DE MANO.
Fernando.
(APENADO)
Sí. Este... yo vine porque...
Sonia.
(AL VER
QUE FERNANDO CALLA) Siéntese, por favor.
SE SIENTAN
AMBOS.
Fernando.
Sí,
gracias...
PAUSA.
FERNANDO LA MIRA Y DESVÍA LA MIRADA CURIOSEANDO POR EL CUARTO, SIN ATREVERSE A
HABLAR.
Sonia.
¿En que
puedo servirle, señor Ruiz?
FERNANDO
SE REACOMODA EN SU ASIENTO.
Fernando.
Este...
¿sabe? Yo tengo un problema y vi su anuncio en Ecos. Es usted cosmotóloga...
¿no?
Sonia.
Cosme.
Fernando.
(LA
CORRIGE) No, Fernando.
Sonia.
Me
refiero a que no soy cosmotóloga, sino cosmetóloga.
Fernando.
Sí.
Entonces... (PAUSA) cosmetóloga... ¿Entonces, qué es cosmotóloga?
Sonia.
No sé...
de los astros... creo. Cosmos, Carl Sagan, planetas...
Fernando.
Zodíaco.
Sonia.
¡Eso!
Horóscopos y esas cosas.
PAUSA.
FERNANDO DEJA CAER LAS MANOS ENTRELAZADAS ENTRE SUS PIERNAS. SE LE VE ABATIDO.
Sonia.
¿Le pasa
algo?
Fernando.
No. Es
solo que mi horóscopo decía que hoy tendría un día terrible. (TRANS.) Pero yo
no creo en ésas cosas.
Sonia.
Yo
tampoco.
Fernando.
Sería
horrible, ¿no?
Sonia.
¿Qué
cosa?
Fernando.
Que la
vida de uno se rigiera por los horóscopos. ¿Se imagina? La doceava parte de la
gente tendría un día complicado con sus jefes o amigos.
Sonia.
Y otra
doceava parte encontraría el amor de su vida.
Fernando.
Otra,
tendría el riesgo de perder en los negocios.
Sonia.
Sería
absurdo.
Fernando.
Además,
¿cómo pueden los astros influir en nuestra vida? Ellos están allá y nosotros
acá.
Sonia.
Yo creo
que cada quién labra su propio destino.
Fernando
O nace
con él.
Sonia.
No creo.
¿Quién decidiría que destino debe tener cada cual? ¿Dios?
Fernando.
Yo no
creo en Dios.
Sonia.
Yo sí.
Pero no creo que a unos de un destino maravilloso y a otros un destino amargo.
Fernando.
No
¿verdad?
Sonia.
No.
Sería injusto, y Dios no puede ser injusto.
Fernando.
Es
cierto. (TRANS.) ¿Entonces, yo labré mi propio destino?
Sonia.
Eso
creo.
PAUSA.
FERNANDO HACE PUCHEROS. CASI A PUNTO DE ECHARSE A LLORAR. SONIA SE INCOMODA.
Sonia.
¿En que
le puedo servir?
FERNANDO
SE SOBREPONE.
Fernando.
Si,
disculpe, es que hay cada destino... que...
Sonia.
Lo
comprendo.
Fernando.
Perdón,
es que soy Virgo y...
Sonia.
Lo
entiendo. (TRANS.) ¿Necesita algún tratamiento?
Fernando.
¿Usted
va al grano, verdad?
Sonia.
Granos,
manchas, todo lo que tenga que ver con el cutis.
Fernando.
Me
refiero a que usted no pierde el tiempo.
Sonia
Intento
no perderlo. Soy Aries.
Fernando.
Bueno el
caso es que alguien me recomendó ver a una cosmotóloga.
Sonia.
Cosmetóloga.
Fernando.
Sí. Y
como vi su anuncio en el Ecos...
Sonia.
(UN POCO
IMPACIENTE) Si, ya me lo dijo, señor Ruiz.
Fernando.
Llámeme
Fernando, por favor.
Sonia
No
acostumbro...
Fernando.
Por
favor, así me sentiré con mas confianza... mi problema en un poco... penoso.
Sonia.
(EN
DEFENSA) No atiendo enfermedades íntimas.
Fernando.
No. Dios
mío. No se trata de eso.
Sonia.
Está
bien, lo llamaré Fernando.
Fernando.
Mire
usted, doctora, mi...
Sonia.
Llámeme
Sonia.
Fernando.
¿Cómo
cree? Usted es toda una profesional y yo un simple empleado.
Sonia.
Si no me
llama Sonia, yo no le puedo llamar Fernando.
PAUSA.
FERNANDO QUEDA PENSATIVO, SONRÍE APENADO.
Fernando
Bueno,
(CON TRABAJO) So... So... Sonia.
Sonia.
(AMABLE)
¿Ya se siente con más confianza?
Fernando.
Sí,
gracias.
Sonia.
Es
curioso. Creo que es la primera vez que me encuentro con un Virgo tan penoso.
Fernando.
Es que
soy Virgo de tierra, mientras más dedicado al trabajo, menos sociedad.
Sonia.
Sí. Eso
debe ser. (TRANS.) ¿En qué puedo servirle, Fernando?
Fernando.
Mire,
doc... Sonia, es éste barro. (APUNTA SU MENTÓN)
SONIA SE
ACERCA A FERNANDO. BUSCA EL BARRO POR TODA LA BARBILLA DE FERNANDO Y NO LO
ENCUENTRA. VA A SU ESCRITORIO, TOMA UNA LUPA Y CONTINÚA BUSCANDO. FINALMENTE SE
APARTA EXTRAÑADA.
Fernando.
¿Puede
hacer algo por él?
Sonia.
Es que,
no veo ningún barro, ni siquiera una espinilla. Está usted limpio. Quizá solo
necesite una crema facial... tiene algunos puntitos negros.
Fernando.
No, yo
creí que lo iba a descubrir... siendo cosmotóloga.
Sonia.
Cosmetóloga.
Fernando
Sí. ¿No
lo descubrió?
Sonia.
En el
mentón no tiene nada. Quizá ya se secó, Fernando.
FERNANDO
SE LEVANTA HACIA SONIA. ELLA CAMINA HACIA ATRÁS Y SE RECARGA EN EL ESCRITORIO.
Fernando.
Gracias
a Dios, ni usted se dio cuenta. (PAUSA. FERNANDO CAMINA DANDO UNA PEQUEÑA
VUELTA Y LA ENFRENTA) Mi mentón, no es un mentón. ¡Es un barro!
SONIA SE
QUEDA SECAMENTE SERIA MIRÁNDOLO, COMO ESPERANDO UNA BROMA Y DANDO A ENTENDER
QUE NO LO VA A TOLERAR.
Fernando.
No me
cree ¿verdad? Debí suponerlo, aunque me alegra. Me parece maravilloso que no se
dé cuenta, siendo cosmotóloga.
Sonia.
¿Cuenta
de que? Cosmetóloga.
Fernando.
Sí. De
mi mentón. Desde aquí, hasta acá... ¡Es un barro!
SONIA SE
INQUIETA. SE VA RECORRIENDO POCO A POCO TRATANDO DE ALCANZAR EL TELÉFONO DISCRETAMENTE.
FERNANDO SE DA CUENTA.
Fernando.
No. No
es necesario. No estoy loco. (SE ACERCA A SONIA, ELLA RETROCEDE) Soy totalmente
inofensivo, hasta tímido docto... Sonia. Mire. Toque mi mentón.
SE
ACERCA MAS A ELLA QUE RETROCEDE. NO SE ATREVE A TOCARLO.
Fernando.
Vamos,
tóquelo y verá que no es un mentón.
SONIA,
SUAVE, CON TEMOR, LO TOCA.
Sonia.
Sí, sí
Fernandito.
Fernando.
No.
Empuje, empuje y verá que no hay hueso.
SONIA
APRIETA Y SE DA CUENTA QUE EN REALIDAD NO HAY HUESO. APRIETA EN OTRO LUGAR.
Sonia.
No puede
ser.
FERNANDO
SE SEPARA DE ELLA.
Fernando.
Pero es.
¿Qué tal?
Sonia.
Dios
mío. Pero ¿cómo es posible?
Fernando.
Una
parte la sé, pero la otra, no.
Sonia.
¿Dos
partes? No me diga que la mitad es un barro y la otra una espinilla.
Fernando.
No. Sé
porqué tiene el mentón, pero no sé por qué es un barro.
Sonia.
(DESPUÉS
DE UNA PAUSA. SIN SABER QUE DECIR) Lo bueno es que solo es uno... quiero
decir... hay... hay gente que tiene la cara llena de barros, Fernando.
Fernando.
¿Quiere
que le cuente?
SONIA SE
SIENTA ANTE SU ESCRITORIO DECIDIDA A ESCUCHAR EL CHISME.
Sonia.
Si usted
quiere.
Fernando.
¿Y sus
demás pacientes?
Sonia.
Que sean
pacientes.
Fernando.
Claro,
es Aries.
Sonia.
Y de
aire.
Fernando.
(DESPUÉS
DE UNA PEQUEÑA PAUSA) Todo empezó hace muchos años. Estaba en la secundaria. Yo
era un niño retraído. Virgo. Dedicado a mis estudios, en una escuela de las
mejores. Mi padre era industrial, ¿sabe? Bueno, el caso es que había una
maestra que me encantaba. Cosas de muchacho. Yo acostumbraba sentarme junto a
la puerta de entrada del edificio, escondiendo en mi mano un pequeño espejo.
Cuando ella entraba yo... yo ponía el espejito a mi lado y le veía las piernas
y las pantaletas... (IMAGINANDO. DISFRUTANDO ERÓTICAMENTE) y todo. (PAUSA)
Sonia.
Un barro
no dura años.
Fernando.
No.
Espere. Un día, un maldito día, que dios tenga en el infierno... ella se dio
cuenta. (PAUSA) Mi castigo fue arrastrar el espejito por todo el patio con mi
barbilla. Le dije que era una escuela cara ¿verdad? Se imaginará el patio...
maldito y enorme patio. (PAUSA. SE IMAGINA EL PATIO. FINALMENTE SACUDE LA
CABEZA Y CONTINUA) Bueno, para no hacer el cuento largo, nadie se acordó de mi
castigo. Pasaron las horas, salieron de clases, llego la noche y el día. Me
encontraron desmayado durante la tarde del día siguiente, sin espejo... y sin
mentón. Ya se imaginará el lío que se armó. (PAUSA) Dos días después murió mi
padre. Tenía muchas deudas y... el caso es que nos quedamos sin nada. Ya
habíamos pensado en un bello mentón de plástico. Como el de Batman. ¿No le
gusta? Pero nada. Solo juntaron la piel de cada lado, y un poco de cirugía
plástica hizo que no se me notara la cicatriz. Parece que tengo la barba un
poco partida, ¿ve?
(SONIA ASIENTE.
FERNANDO SE SIENTA EN MEDIO DE UNA PAUSA)
Sonia.
Comprendo.
Pero, ¿cómo llegó un barro... “ése” barro ahí?
Fernando.
Es lo
que no entiendo. Sé porqué, pero no se cómo.
Sonia.
¿Cómo?
Fernando.
Si, dije
“como”.
Sonia.
¿Cómo es
que sabe porqué, pero no cómo?
Fernando.
Le
explicaré. Le dije que yo soy muy retraído, ¿verdad?. Bueno, me pasé varios
años casi escondido, procurando que nadie me viera. Virgo, de tierra y
desbarbado ¡imagínese! Encontré trabajo en una fábrica de muñecas. Yo les pongo
los brazos y las piernas, y después les ponen la cabeza, las visten y todo eso.
Debo confesar que siento cierto placer al dejar esas muñecas sin cabeza. Me
gusta mi trabajo. Por supuesto no permitía que me viera nadie la cara completa.
Usaba una bufanda todo el tiempo para ocultar mi defecto. Viera en verano como
sufro por el calor. Ahí conocí a Antonio. Mi único amigo. Es delgado, alto y de
pelo chino. Él acomoda las pantaletas a las muñecas. Solo eso hace. Pero viera
con que gusto lo hace... con que placer... Con cariño. Acariciándolas. Creo que
de él aprendí a querer mi trabajo. Antonio siempre ha sido amable conmigo, lo
que se llama un buen compañero. Al principio yo no le daba confianza, como a
todo el que se me acercara hasta que una vez... yo, yo creo que el ya se había
dado cuenta de mi defecto, porque ésa vez, me confesó que el también tiene un
defecto.
PAUSA.
SONIA SE REACOMODA EN SU ASIENTO CON INTERÉS, ACODÁNDOSE EN EL ESCRITORIO.
Fernando.
(CASI EN
SECRETO) Le falta un testículo.
Sonia.
¡No!
Fernando
Sí. Le
falta un testículo.
Sonia.
¿Así
nació?
Fernando.
No.
Claro que no. Él quiso ser torero y... bueno, parece que no todo salió bien. En
una corrida se arrimó demasiado y...
Sonia.
Entiendo.
El cuerno del toro...
Femando.
No, no.
(SE LEVANTA Y LO ACTÚA) El público estaba encendido. Estaba logrando lo que
llaman una faena. Entonces... en el momento más inoportuno, llegó el miedo. Él
pensó que lo mejor era matar. Se perfiló. Cerró los ojos y se lanzó contra
él... ¿Cómo le llaman? Morrillo. Si, se lanzó contra el morrillo y...
Sonia.
¿Y...?
Fernando.
De alguna manera el estoque, así le llaman a la espada... El estoque
chocó con un cuerno, rebotó y le cortó a Antonio un huevo... Perdón, un
testículo. (PAUSA) Él le dio gracias a Dios, y no volvió a torear.
Sonia.
(EXTRAÑADA) ¿Le dio gracias a Dios?
Fernando.
Bueno, pudo haberse cortado... otra cosa, ¿no?
Sonia.
Claro. Entiendo.
Fernando.
Bueno, pues a Antonio le confesé y le mostré mi defecto. (SONRÍE) No
cabe duda que es un buen amigo, se rió poco.
PAUSA. SONIA EMPIEZA A DESESPERARSE.
Sonia.
Sí, claro. ¿Podríamos ir al grano?
Fernando.
Al barro. A eso voy. Antonio y yo, empezamos a salir juntos, cada
quién ocultando su defecto. Él más fácil que yo, por supuesto. Yo con mi
bufanda y él con su calcetín...
Sonia.
¿Con su calcetín?
Fernando.
Sí. ¿Ha visto como hacen bolita los calcetines para guardarlos?
Sonia.
Sí.
Fernando.
Pues la toma uno, lo hace bolita y se lo pone en... bueno, con eso
sustituye el...
Sonia.
(SIN QUERER OÍR LA EXPLICACIÓN) Entiendo, entiendo.
Fernando.
Dice que lo aprendió de los toreros. (TRANS.) ¿Ha visto como quedan
los calcetines cuando no los hacen bolita? ¿Cuándo los emparejan, los doblan a
la mitad y luego los meten en uno de ellos? Quedan como tubos.
Sonia.
Si, los he visto.
Fernando.
Bueno, pues ésos, también los usan.
Sonia.
(CONTRARIADA) ¿Qué, es común ese tipo de accidentes en los toreros?
Fernando.
No, claro que no. El de mi amigo Antonio, es un caso especial. Quizá
el único. Los calcetines en tubo, no los usan porque... porque no hay nada,
sino cuando hay poco, cuando él...
Sonia.
¡Entiendo!
Fernando.
¿Sí? Bueno. Creo que les dicen añadidos. También cuando están sin,
se ponen añadidos... Volviendo a mi barro: Hace tres días, el viernes, Antonio
me dijo que le platicaron de un lugar donde se juntan personas que tienen algún
defecto algún faltante, como él y como yo. Es un bar. Música viva, baile y todo
eso. Comprenderá que nos emocionó mucho. Era la oportunidad de conocer gente
como nosotros, sin apenarnos, sin nadie se riera de mi barba... o de la falta
de. El caso es que fuimos después del trabajo. Ahí conocimos a las dos
muchachas... muchachas de nuestra edad, pues... ya ve la costumbre de decir
“muchachas”. Yo tengo una tía de sesenta y tantos años, que les dice a las
amigas de su época “muchachas”.
Sonia.
Si, también mi mamá les dice a sus amigas “muchachas” y algunas
estaaannn huuuu... (TRANS.) Pero, continúe...
Fernando.
Sí. La que estaba con Antonio, es rubia, de ojos azules... Le falta
la oreja derecha. No se le notaría si se dejara el cabello largo. Ingrid
dice... Se llama Ingrid. Dice que el cabello largo le estorba. Debe ser porque
es telefonista. Bueno, eso no viene al caso. La cosa es que la pasamos muy
bien. Después nos fuimos al departamento de Antonio. Platicamos, bailamos...
penumbras, ambiente romántico y todo eso. Nos pegamos... usted sabe Sonia, la
música, las copas, el sentimiento... También el departamentito, ¿he? Es muy
chico... hay que pegarse mucho para que bailen dos parejas... el caso... el
caso es que... bueno, me sentía muy bien... emocionado... ¿Cómo le diré?...
Sonia.
Excitado.
Fernando.
¡Eso, excitado! Y yo... como decirle... bueno... si fuera torero no
necesitaría calcetín de tubo, ¿comprende?
Sonia.
Si, lo comprendo, lo comprendo.
Fernando.
Ella está muy bien formada, ¿sabe? Muy bien... y también se puso...
jummm, jumm. Usted sabe. (PAUSITA) Después las llevamos a su casa.
Sonia.
Después, ¿de qué?
Fernando.
De bailar. (PAUSA) Si, de bailar. No pasó nada más. (CON INTENCIÓN)
Me quedé... Creo que por eso, al día siguiente amanecí con éste barro.
(FERNANDO SE SIENTA COMO SI SE HUBIERA DESCARGADO DE UN GRAN PESO)
Sonia.
No... No puede ser, no lo puedo creer... (PAUSA. SONIA SE DEJA CAER
EN EL RESPALDO DE SU ASIENTO)
Fernando.
¿Quiere... quiere ver una foto de como soy sin barro?
Sonia.
(SIN PODER CREERLO) ¿Trae una foto?
Fernando.
Siempre estoy preparado para todo, soy Virgo.
Sonia.
(SE INCORPORA DE SU ASIENTO) ¡Muéstremela!
Fernando.
Solamente si me promete que no se va a reír.
SONIA SE LEVANTA Y DETIENE FRENTE A FERNANDO, UN TANTO HERIDA.
Sonia.
¿Reírme? ¿Usted cree que voy a reírme del defecto de una persona? En
primer lugar soy una profesional, Fernando. Y en segundo, tengo calidad humana.
Comprendo el sufrimiento ajeno. Sé que hay personas que sufren porque la vida
les ha sido adversa y arrastran en un mundo incomprensible la desdicha de ser
diferentes, simplemente por la intolerancia de la sociedad. Una sociedad en
cuyas reglas no existen los humildes, los minusválidos y los desamparados. Creo
en Dios y en la humanidad, cualquiera que sea su gloria o su pena. ¿Cómo puede
pensar mal de mí?
FERNANDO SUMAMENTE APENADO, SACA DE ENTRE SUS ROPAS UNA FOTO Y SE LA
ENTREGA A SONIA.
Fernando.
Perdón, creo que me pasé de veras. Lo siento mucho.
SONIA TOMA LA FOTO SERIAMENTE. LA MIRA. HACE PUCHEROS PARA AGUANTAR
LA RISA. FINALMENTE NO PUEDE CONTROLARSE Y SUELTA LA CARCAJADA. LA RISA DURA UN
TIEMPO PRUDENTE, MIENTRAS FERNANDO SE HUNDE DE VERGÜENZA EN SU ASIENTO.
FINALMENTE, POCO A POCO, SONIA APENADA SE CALMA.
Sonia.
Lo siento mucho... es que... no esperaba algo así. Parece... otra
persona.
Fernando.
Un sapo.
Sonia.
¡Exacto!... digo...
Fernando.
Un sapo, lo sé. Mi mamá de cariño me decía sapito. (IMITANDO A LA
MAMÁ) "A ver mi sapito, hazme unos ojitos". Y yo le hacía así, y
hasta le croaba; “croac”, “croac”.
PAUSA. SONIA REGRESA A SU ASIENTO.
Sonia.
Esa... muchacha, con la que bailó, ¿lo conoció así, como en la foto?
Fernando.
Sí.
Sonia.
¿Y la sigue viendo?
Fernando.
Bueno, no la he llamado, pero quedamos en seguirnos viendo.
Sonia.
(MIRANDO LA FOTO) Es increíble que una mujer... ("SE FIJE EN UN
SAPO") ¿Qué defecto tiene ella?
Fernando.
No tiene frente.
Sonia
¿Qué...?
Fernando.
Bueno, tiene, pero no tiene. Es decir, le falta el hueso. Mire:
(FERNANDO LE MUESTRA SU PROPIA FRENTE) No la tiene así, abultada como usted y
como yo. Ella tuvo un accidente. Se hizo pedazos el hueso éste. La piel la
tiene hundida. Tiene un hueco.
SONIA HA
QUEDADO ASOMBRADA.
Fernando.
Pero usa
un fleco que le tapa la frente, casi no se le nota.
Sonia.
Pues...
¡caramba! No sé que decir.
Fernando.
Dígame
nada más que puede hacer por mi barro.
Sonia.
Nada.
Fernando.
Pero
usted es cosmotóloga.
Sonia.
Cosmetóloga.
Fernando.
Sí. Se
supone que usted sabe de éstas cosas.
Sonia.
Si, pero
ya no hay nada que hacer. Solo esperar que seque.
Fernando.
No... No
puede ser. ¿Cuánto tarda en quitarse?
Sonia.
Desde
que nace, unos cinco días.
Fernando.
Entonces
si lo tengo desde el sábado, me quedan hoy y ¿dos días más?
Sonia.
Si, para
el miércoles estará casi seco.
Fernando.
No puede
ser.
Sonia.
A menos
que se lo quiera exprimir. Ya está bien maduro. A veces se revientan solos.
FERNANDO
SE LLEVA LAS MANOS A LA BARBILLA. SONIA SE ATERRA ANTE LA IDEA DE QUE SE LO
REVIENTE. SE LEVANTA COMO RESORTE.
Sonia.
¡No, no
lo haga!
FERNANDO
REACCIONA ASOMBRADO ANTE EL ÍMPETU DE SONIA.
Sonia.
(SE JUSTIFICA)
Es que... hoy hicieron limpieza y... bueno, es muy grande, ¿por qué no lo hace
en su casa?
Fernando.
¿Qué
cosa?
Sonia.
Quitarse
el barro.
Fernando.
No, si
no quiero quitármelo. Lo que quiero es conservarlo.
Sonia.
¿Cómo?
Fernando.
¡Sí!
Quiero quedarme así. Ya no quiero parecer sapo... ni que se rían de mí...
Sonia.
Mi risa
fue compulsiva...
Fernando.
Por eso
no quería ver a mi amiga. Quería estar seguro de quedarme así. Había pensado en
la posibilidad de dejarme el bigote... usted sabe, para la estética... ¡Quiero
seguirme viendo así!
Sonia.
Pues
tómese una foto... ¡perdón!
PAUSA.
LOS DOS SE SIENTAN.
Fernando.
Tenía la
esperanza. Por eso no quería ver a Lucrecia, hasta saber que conservar mi
mentón.
Sonia.
¿Lucrecia
es su amiga?
Fernando.
Sí.
Sonia.
Lucrecia
es un nombre poco común... yo lo leí hace poco. (TOMA SU AGENDA Y REVISA) Sí,
Lucrecia Torres...
Fernando.
¿Lucrecia
Torres? ¿La conoce?
Sonia.
No. Es
su primera cita... pero... ¿usted la conoce?
Fernando.
(SE
LEVANTA) Claro, es mi amiga, con la que bailé. La culpable de mi mentón, de mi
barro.
Sonia.
Pues
está esperando afuera. Tiene cita conmigo después de usted. (TRANS) Que pequeño
es el mundo.
Fernando.
Pero,
¿qué quiere, por qué viene a verla?
Sonia.
No sé.
Le digo que es su primera cita. Déjeme ver. (REVISA NUEVAMENTE SU AGENDA) Ya.
Aquí dice que le salió un barro en la frente.
OSCURO.
TELÓN.
Este
juguete teatral ha sido creado en el mes del amor de 1994 y escrito en el mes
de marzo del mismo año, simplemente por hueva.
Está
inspirado en un hecho real en un diez por ciento. El noventa por ciento
restante, aunque parezca increíble, es pura fantasía.
Los
nombres son verdaderos, no han sido cambiados para proteger a los inocentes,
porque aquí no hay inocentes. Todos son culpables. ¡Que se jodan!
õõõõõõõõõõõõõõõõõõõõ
Los
comentarios finales, son también del desconocido autor.
Cerremos
con un,
íííííííííííííííííííííí
FINAL JOCOSO.
En Mérida, Yucatán, México, mi tierra querida, Deily y Willy se
van a casar. Faltan tres días para la boda. Como todas las noches desde hace
dos años, Willy acude a encontrarse con su amada, en la discreción de la sala y
sin testigos, por la prudencia de los padres que dejan con el novio a su casta
Deily y se encierran en sus aposentos.
Willy, ha soportado por dos largos años, las ansias de hacer suya
a la bella doncella, pero cuanto más cercana está la fecha prometida, más
pretencioso se vuelve, y finalmente confiesa su desesperación.
-Deily- le dice suplicante- en tres días nos casamos, pero yo no
aguanto más. Quiero que me des “eso”.
Deily, sin querer entender la osadía pregunta:
-¿Qué cosa?
Willy, sin dejar de lado su mirada suplicante y con voz infantil,
suplica:
-“Eso” que tienes ahí y que guardas para tu esposo, o sea yo.
-¿Quéeee? – pregunta Deily escandalizada- Eso nunca, me dijo mi
mamá que no te diera nada, ni un segundo antes de la boda.
Willy sabe que insistir es poner en riesgo la boda y sabiamente
calla.
Faltan
dos días para la boda, y Willy va como siempre, noche a noche, a visitar a la
virgen de sus sueños.
-Deily-dice
Willy acongojado- ya nos vamos a casar, ni modo que huya a México, dame “eso”,
por favor. Ya no aguanto más. Me voy a enfermar. ¿qué tal si se me rompe la
hiel o me da un ataque…
-Willy-
dice la muchacha tajante- Ya te dije que mi mamá me dijo que no te dé nada, ni
un segundo antes de la boda.
Willy,
sin querer dejar la oportunidad, desesperado le dice… entonces… entonces,
déjame verlo.
-¿Verlo?
– pregunta pensativa Deily, y repone- Pues mi mamá no me dijo nada de eso, así
que velo.
Deily
sube su vestido, baja su calzón y dice:
-Pues
velo.
Willy
admira el monte prometido y se embelesa.
-¡Huay!
… ¡Qué cosa tan bonita…
Falta un
día para la boda y los amados se encuentran nuevamente. Willy acusa signos de
desvelo y debilidad.
-Deily-
dice Willy- Ya no puedo más, ya dame esa cosa maravillosa, no puedo dormir ni
dejar de pensar en “eso”. Por caridad, ya dámelo… mañana nos casamos…
-Aunque
nos casemos en madia hora, ya te dije que mi mamá me dijo que no te dé nada, ni
un minuto antes de la boda…
-Bueno…
déjame verlo…
-Pues
velo-dice Deily y nuevamente se lo muestra.
-Está
precioso eso, déjame tocarlo.
-¡No!-
dice Deily- ¡no te atrevas, nada de tocar!
Willy,
desesperado, no quiere dejar la oportunidad y casi por decir algo le pide:
-Bueno,
déjame… déjame… olerlo…
-¿Olerlo?-
dice Deily- mi mamá no me dijo nada de eso… pues huélelo…
Willy se
inclina lo huele y se incorpora de inmediato preocupado:
-Oye
Deily, ¿tú crees que aguante eso para mañana?
A falta
de imágenes que ilustren esta entrega, les obsequio algunas imágenes de mi
bella tierra Yucatán, México.
Y hasta
la otra semana…
íííííííííííííííííííííííí
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Gracias Google, Wikipedia
y
Biografías
del Ayer de Luis Roberto.
Respetuosamente,
El abuelo Febo
xocdzib@yahoo.com