sábado, 19 de noviembre de 2011

Lujuria




“Lujuria” pintura de Carlos Cardán.
®®®®®


Hola otra vez. Casi al fin de mi publicación anterior, refiriéndome a cuestiones mundanas, mencioné a uno de los pecados que no deberían serlo. Me referí a la adorable Lujuria. Esto me hizo recordar otro de aquellos escritos encuadernados que encontré en mi camioneta y que no ha aparecido el autor. La transcribo tal cual es, incluyendo los comentarios finales. Antes, un,

MOMENTO JOCOSO
Una exuberante y hermosa mujer se confiesa:
-Padre, me acosté con el párroco de San Miguel.
-¡Hija! Reza diez Padres Nuestros.
-No he terminado, es que… también ya me eché al párroco de Santa Anna.
-¡Por Dios! Reza además 20 Aves Marías.
-Es que… también me tiré al párroco de San Gaspar. No sé qué me pasa padre, pero veo una sotana y me quiero tirar al padre.
-Pues… hija, reza los 10 Padres Nuestros, las 20 Aves Marías, pero sobre todo, recuerda que ésta es tu parroquia...


õõõõõõõõõõõõõõõõõõõõ 
LUJURIA.

PIEZA TEATRAL CORTA EN UN ACTO.


PERSONAJES:
SONIA.
FERNANDO.

ÉPOCA ACTUAL.


ABRE EL TELÓN. SONIA ANTE SU ESCRITORIO APRIETA UN BOTÓN DEL INTERCOMUNICADOR TIENE UNA AGENDA DE ESCRITORIO EN MANO.

Sonia.
Que pase el señor Fernando Ruiz, por favor.

ENTRA FERNANDO UN POCO APENADO.

Fernando.
¿La doctora Sonia Rivas?

Sonia.
A sus órdenes, pero no soy doctora.

SONIA SE LEVANTA Y LO SALUDA DE MANO.

Fernando.
(APENADO) Sí. Este... yo vine porque...

Sonia.
(AL VER QUE FERNANDO CALLA) Siéntese, por favor.

SE SIENTAN AMBOS.

Fernando.
Sí, gracias...

PAUSA. FERNANDO LA MIRA Y DESVÍA LA MIRADA CURIOSEANDO POR EL CUARTO, SIN ATREVERSE A HABLAR.

Sonia.
¿En que puedo servirle, señor Ruiz?

FERNANDO SE REACOMODA EN SU ASIENTO.

Fernando.
Este... ¿sabe? Yo tengo un problema y vi su anuncio en Ecos. Es usted cosmotóloga... ¿no?

Sonia.
Cosme.

Fernando.
(LA CORRIGE) No, Fernando.

Sonia.
Me refiero a que no soy cosmotóloga, sino cosmetóloga.

Fernando.
Sí. Entonces... (PAUSA) cosmetóloga... ¿Entonces, qué es cosmotóloga?

Sonia.
No sé... de los astros... creo. Cosmos, Carl Sagan, planetas...

Fernando.
Zodíaco.

Sonia.
¡Eso! Horóscopos y esas cosas.

PAUSA. FERNANDO DEJA CAER LAS MANOS ENTRELAZADAS ENTRE SUS PIERNAS. SE LE VE ABATIDO.

Sonia.
¿Le pasa algo?

Fernando.
No. Es solo que mi horóscopo decía que hoy tendría un día terrible. (TRANS.) Pero yo no creo en ésas cosas.

Sonia.
Yo tampoco.

Fernando.
Sería horrible, ¿no?

Sonia.
¿Qué cosa?

Fernando.
Que la vida de uno se rigiera por los horóscopos. ¿Se imagina? La doceava parte de la gente tendría un día complicado con sus jefes o amigos.

Sonia.
Y otra doceava parte encontraría el amor de su vida.

Fernando.
Otra, tendría el riesgo de perder en los negocios.

Sonia.
Sería absurdo.

Fernando.
Además, ¿cómo pueden los astros influir en nuestra vida? Ellos están allá y nosotros acá.

Sonia.
Yo creo que cada quién labra su propio destino.

Fernando
O nace con él.

Sonia.
No creo. ¿Quién decidiría que destino debe tener cada cual? ¿Dios?

Fernando.
Yo no creo en Dios.

Sonia.
Yo sí. Pero no creo que a unos de un destino maravilloso y a otros un destino amargo.

Fernando.
No ¿verdad?

Sonia.
No. Sería injusto, y Dios no puede ser injusto.

Fernando.
Es cierto. (TRANS.) ¿Entonces, yo labré mi propio destino?

Sonia.
Eso creo.

PAUSA. FERNANDO HACE PUCHEROS. CASI A PUNTO DE ECHARSE A LLORAR. SONIA SE INCOMODA.

Sonia.
¿En que le puedo servir?

FERNANDO SE SOBREPONE.

Fernando.
Si, disculpe, es que hay cada destino... que...

Sonia.
Lo comprendo.

Fernando.
Perdón, es que soy Virgo y...

Sonia.
Lo entiendo. (TRANS.) ¿Necesita algún tratamiento?

Fernando.
¿Usted va al grano, verdad?

Sonia.
Granos, manchas, todo lo que tenga que ver con el cutis.

Fernando.
Me refiero a que usted no pierde el tiempo.

Sonia
Intento no perderlo. Soy Aries.

Fernando.
Bueno el caso es que alguien me recomendó ver a una cosmotóloga.

Sonia.
Cosmetóloga. 


Fernando.
Sí. Y como vi su anuncio en el Ecos...

Sonia.
(UN POCO IMPACIENTE) Si, ya me lo dijo, señor Ruiz.

Fernando.
Llámeme Fernando, por favor.

Sonia
No acostumbro...

Fernando.
Por favor, así me sentiré con mas confianza... mi problema en un poco... penoso.

Sonia.
(EN DEFENSA) No atiendo enfermedades íntimas.

Fernando.
No. Dios mío. No se trata de eso.

Sonia.
Está bien, lo llamaré Fernando.

Fernando.
Mire usted, doctora, mi...

Sonia.
Llámeme Sonia.

Fernando.
¿Cómo cree? Usted es toda una profesional y yo un simple empleado.

Sonia.
Si no me llama Sonia, yo no le puedo llamar Fernando.

PAUSA. FERNANDO QUEDA PENSATIVO, SONRÍE APENADO.

Fernando
Bueno, (CON TRABAJO) So... So... Sonia.

Sonia.
(AMABLE) ¿Ya se siente con más confianza?

Fernando.
Sí, gracias.

Sonia.
Es curioso. Creo que es la primera vez que me encuentro con un Virgo tan penoso.

Fernando.
Es que soy Virgo de tierra, mientras más dedicado al trabajo, menos sociedad.

Sonia.
Sí. Eso debe ser. (TRANS.) ¿En qué puedo servirle, Fernando?

Fernando.
Mire, doc... Sonia, es éste barro. (APUNTA SU MENTÓN)

SONIA SE ACERCA A FERNANDO. BUSCA EL BARRO POR TODA LA BARBILLA DE FERNANDO Y NO LO ENCUENTRA. VA A SU ESCRITORIO, TOMA UNA LUPA Y CONTINÚA BUSCANDO. FINALMENTE SE APARTA EXTRAÑADA.

Fernando.
¿Puede hacer algo por él?

Sonia.
Es que, no veo ningún barro, ni siquiera una espinilla. Está usted limpio. Quizá solo necesite una crema facial... tiene algunos puntitos negros.

Fernando.
No, yo creí que lo iba a descubrir... siendo cosmotóloga.

Sonia.
Cosmetóloga.

Fernando
Sí. ¿No lo descubrió?

Sonia.
En el mentón no tiene nada. Quizá ya se secó, Fernando.

FERNANDO SE LEVANTA HACIA SONIA. ELLA CAMINA HACIA ATRÁS Y SE RECARGA EN EL ESCRITORIO.

Fernando.
Gracias a Dios, ni usted se dio cuenta. (PAUSA. FERNANDO CAMINA DANDO UNA PEQUEÑA VUELTA Y LA ENFRENTA) Mi mentón, no es un mentón. ¡Es un barro!
SONIA SE QUEDA SECAMENTE SERIA MIRÁNDOLO, COMO ESPERANDO UNA BROMA Y DANDO A ENTENDER QUE NO LO VA A TOLERAR.

Fernando.
No me cree ¿verdad? Debí suponerlo, aunque me alegra. Me parece maravilloso que no se dé cuenta, siendo cosmotóloga.

Sonia.
¿Cuenta de que? Cosmetóloga.

Fernando.
Sí. De mi mentón. Desde aquí, hasta acá... ¡Es un barro!

SONIA SE INQUIETA. SE VA RECORRIENDO POCO A POCO TRATANDO DE ALCANZAR EL TELÉFONO DISCRETAMENTE. FERNANDO SE DA CUENTA.

Fernando.
No. No es necesario. No estoy loco. (SE ACERCA A SONIA, ELLA RETROCEDE) Soy totalmente inofensivo, hasta tímido docto... Sonia. Mire. Toque mi mentón.

SE ACERCA MAS A ELLA QUE RETROCEDE. NO SE ATREVE A TOCARLO.

Fernando.
Vamos, tóquelo y verá que no es un mentón.

SONIA, SUAVE, CON TEMOR, LO TOCA.

Sonia.
Sí, sí Fernandito.

Fernando.
No. Empuje, empuje y verá que no hay hueso.

SONIA APRIETA Y SE DA CUENTA QUE EN REALIDAD NO HAY HUESO. APRIETA EN OTRO LUGAR.

Sonia.
No puede ser.

FERNANDO SE SEPARA DE ELLA.

Fernando.
Pero es. ¿Qué tal?

Sonia.
Dios mío. Pero ¿cómo es posible?

Fernando.
Una parte la sé, pero la otra, no.

Sonia.
¿Dos partes? No me diga que la mitad es un barro y la otra una espinilla.

Fernando.
No. Sé porqué tiene el mentón, pero no sé por qué es un barro.

Sonia.
(DESPUÉS DE UNA PAUSA. SIN SABER QUE DECIR) Lo bueno es que solo es uno... quiero decir... hay... hay gente que tiene la cara llena de barros, Fernando.

Fernando.
¿Quiere que le cuente?

SONIA SE SIENTA ANTE SU ESCRITORIO DECIDIDA A ESCUCHAR EL CHISME.

Sonia.
Si usted quiere.

Fernando.
¿Y sus demás pacientes?

Sonia.
Que sean pacientes.

Fernando.
Claro, es Aries.

Sonia.
Y de aire.

Fernando.
(DESPUÉS DE UNA PEQUEÑA PAUSA) Todo empezó hace muchos años. Estaba en la secundaria. Yo era un niño retraído. Virgo. Dedicado a mis estudios, en una escuela de las mejores. Mi padre era industrial, ¿sabe? Bueno, el caso es que había una maestra que me encantaba. Cosas de muchacho. Yo acostumbraba sentarme junto a la puerta de entrada del edificio, escondiendo en mi mano un pequeño espejo. Cuando ella entraba yo... yo ponía el espejito a mi lado y le veía las piernas y las pantaletas... (IMAGINANDO. DISFRUTANDO ERÓTICAMENTE) y todo. (PAUSA)

Sonia.
Un barro no dura años.

Fernando.
No. Espere. Un día, un maldito día, que dios tenga en el infierno... ella se dio cuenta. (PAUSA) Mi castigo fue arrastrar el espejito por todo el patio con mi barbilla. Le dije que era una escuela cara ¿verdad? Se imaginará el patio... maldito y enorme patio. (PAUSA. SE IMAGINA EL PATIO. FINALMENTE SACUDE LA CABEZA Y CONTINUA) Bueno, para no hacer el cuento largo, nadie se acordó de mi castigo. Pasaron las horas, salieron de clases, llego la noche y el día. Me encontraron desmayado durante la tarde del día siguiente, sin espejo... y sin mentón. Ya se imaginará el lío que se armó. (PAUSA) Dos días después murió mi padre. Tenía muchas deudas y... el caso es que nos quedamos sin nada. Ya habíamos pensado en un bello mentón de plástico. Como el de Batman. ¿No le gusta? Pero nada. Solo juntaron la piel de cada lado, y un poco de cirugía plástica hizo que no se me notara la cicatriz. Parece que tengo la barba un poco partida, ¿ve?

(SONIA ASIENTE. FERNANDO SE SIENTA EN MEDIO DE UNA PAUSA)

Sonia.
Comprendo. Pero, ¿cómo llegó un barro... “ése” barro ahí?

Fernando.
Es lo que no entiendo. Sé porqué, pero no se cómo.

Sonia.
¿Cómo?

Fernando.
Si, dije “como”.

Sonia.
¿Cómo es que sabe porqué, pero no cómo?

Fernando.
Le explicaré. Le dije que yo soy muy retraído, ¿verdad?. Bueno, me pasé varios años casi escondido, procurando que nadie me viera. Virgo, de tierra y desbarbado ¡imagínese! Encontré trabajo en una fábrica de muñecas. Yo les pongo los brazos y las piernas, y después les ponen la cabeza, las visten y todo eso. Debo confesar que siento cierto placer al dejar esas muñecas sin cabeza. Me gusta mi trabajo. Por supuesto no permitía que me viera nadie la cara completa. Usaba una bufanda todo el tiempo para ocultar mi defecto. Viera en verano como sufro por el calor. Ahí conocí a Antonio. Mi único amigo. Es delgado, alto y de pelo chino. Él acomoda las pantaletas a las muñecas. Solo eso hace. Pero viera con que gusto lo hace... con que placer... Con cariño. Acariciándolas. Creo que de él aprendí a querer mi trabajo. Antonio siempre ha sido amable conmigo, lo que se llama un buen compañero. Al principio yo no le daba confianza, como a todo el que se me acercara hasta que una vez... yo, yo creo que el ya se había dado cuenta de mi defecto, porque ésa vez, me confesó que el también tiene un defecto.

PAUSA. SONIA SE REACOMODA EN SU ASIENTO CON INTERÉS, ACODÁNDOSE EN EL ESCRITORIO.

Fernando.
(CASI EN SECRETO) Le falta un testículo.

Sonia.
¡No!

Fernando
Sí. Le falta un testículo.

Sonia.
¿Así nació?

Fernando.
No. Claro que no. Él quiso ser torero y... bueno, parece que no todo salió bien. En una corrida se arrimó demasiado y...

Sonia.
Entiendo. El cuerno del toro...

Femando.
No, no. (SE LEVANTA Y LO ACTÚA) El público estaba encendido. Estaba logrando lo que llaman una faena. Entonces... en el momento más inoportuno, llegó el miedo. Él pensó que lo mejor era matar. Se perfiló. Cerró los ojos y se lanzó contra él... ¿Cómo le llaman? Morrillo. Si, se lanzó contra el morrillo y... 

Sonia.
¿Y...?

Fernando.
De alguna manera el estoque, así le llaman a la espada... El estoque chocó con un cuerno, rebotó y le cortó a Antonio un huevo... Perdón, un testículo. (PAUSA) Él le dio gracias a Dios, y no volvió a torear.

Sonia.
(EXTRAÑADA) ¿Le dio gracias a Dios?

Fernando.
Bueno, pudo haberse cortado... otra cosa, ¿no?

Sonia.
Claro. Entiendo.

Fernando.
Bueno, pues a Antonio le confesé y le mostré mi defecto. (SONRÍE) No cabe duda que es un buen amigo, se rió poco.

PAUSA. SONIA EMPIEZA A DESESPERARSE.

Sonia.
Sí, claro. ¿Podríamos ir al grano?

Fernando.
Al barro. A eso voy. Antonio y yo, empezamos a salir juntos, cada quién ocultando su defecto. Él más fácil que yo, por supuesto. Yo con mi bufanda y él con su calcetín...

Sonia.
¿Con su calcetín?

Fernando.
Sí. ¿Ha visto como hacen bolita los calcetines para guardarlos?

Sonia.
Sí.

Fernando.
Pues la toma uno, lo hace bolita y se lo pone en... bueno, con eso sustituye el...

Sonia.
(SIN QUERER OÍR LA EXPLICACIÓN) Entiendo, entiendo.

Fernando.
Dice que lo aprendió de los toreros. (TRANS.) ¿Ha visto como quedan los calcetines cuando no los hacen bolita? ¿Cuándo los emparejan, los doblan a la mitad y luego los meten en uno de ellos? Quedan como tubos.

Sonia.
Si, los he visto.

Fernando.
Bueno, pues ésos, también los usan.

Sonia.
(CONTRARIADA) ¿Qué, es común ese tipo de accidentes en los toreros?

Fernando.
No, claro que no. El de mi amigo Antonio, es un caso especial. Quizá el único. Los calcetines en tubo, no los usan porque... porque no hay nada, sino cuando hay poco, cuando él...

Sonia.
¡Entiendo!

Fernando.
¿Sí? Bueno. Creo que les dicen añadidos. También cuando están sin, se ponen añadidos... Volviendo a mi barro: Hace tres días, el viernes, Antonio me dijo que le platicaron de un lugar donde se juntan personas que tienen algún defecto algún faltante, como él y como yo. Es un bar. Música viva, baile y todo eso. Comprenderá que nos emocionó mucho. Era la oportunidad de conocer gente como nosotros, sin apenarnos, sin nadie se riera de mi barba... o de la falta de. El caso es que fuimos después del trabajo. Ahí conocimos a las dos muchachas... muchachas de nuestra edad, pues... ya ve la costumbre de decir “muchachas”. Yo tengo una tía de sesenta y tantos años, que les dice a las amigas de su época “muchachas”.

Sonia.
Si, también mi mamá les dice a sus amigas “muchachas” y algunas estaaannn huuuu... (TRANS.) Pero, continúe...

Fernando.
Sí. La que estaba con Antonio, es rubia, de ojos azules... Le falta la oreja derecha. No se le notaría si se dejara el cabello largo. Ingrid dice... Se llama Ingrid. Dice que el cabello largo le estorba. Debe ser porque es telefonista. Bueno, eso no viene al caso. La cosa es que la pasamos muy bien. Después nos fuimos al departamento de Antonio. Platicamos, bailamos... penumbras, ambiente romántico y todo eso. Nos pegamos... usted sabe Sonia, la música, las copas, el sentimiento... También el departamentito, ¿he? Es muy chico... hay que pegarse mucho para que bailen dos parejas... el caso... el caso es que... bueno, me sentía muy bien... emocionado... ¿Cómo le diré?...

Sonia.
Excitado.

Fernando.
¡Eso, excitado! Y yo... como decirle... bueno... si fuera torero no necesitaría calcetín de tubo, ¿comprende?

Sonia.
Si, lo comprendo, lo comprendo.

Fernando.
Ella está muy bien formada, ¿sabe? Muy bien... y también se puso... jummm, jumm. Usted sabe. (PAUSITA) Después las llevamos a su casa.

Sonia.
Después, ¿de qué?

Fernando.
De bailar. (PAUSA) Si, de bailar. No pasó nada más. (CON INTENCIÓN) Me quedé... Creo que por eso, al día siguiente amanecí con éste barro. (FERNANDO SE SIENTA COMO SI SE HUBIERA DESCARGADO DE UN GRAN PESO)

Sonia.
No... No puede ser, no lo puedo creer... (PAUSA. SONIA SE DEJA CAER EN EL RESPALDO DE SU ASIENTO)

Fernando.
¿Quiere... quiere ver una foto de como soy sin barro?

Sonia.
(SIN PODER CREERLO) ¿Trae una foto?

Fernando.
Siempre estoy preparado para todo, soy Virgo.

Sonia.
(SE INCORPORA DE SU ASIENTO) ¡Muéstremela!

Fernando.
Solamente si me promete que no se va a reír.

SONIA SE LEVANTA Y DETIENE FRENTE A FERNANDO, UN TANTO HERIDA.

Sonia.
¿Reírme? ¿Usted cree que voy a reírme del defecto de una persona? En primer lugar soy una profesional, Fernando. Y en segundo, tengo calidad humana. Comprendo el sufrimiento ajeno. Sé que hay personas que sufren porque la vida les ha sido adversa y arrastran en un mundo incomprensible la desdicha de ser diferentes, simplemente por la intolerancia de la sociedad. Una sociedad en cuyas reglas no existen los humildes, los minusválidos y los desamparados. Creo en Dios y en la humanidad, cualquiera que sea su gloria o su pena. ¿Cómo puede pensar mal de mí?

FERNANDO SUMAMENTE APENADO, SACA DE ENTRE SUS ROPAS UNA FOTO Y SE LA ENTREGA A SONIA.

Fernando.
Perdón, creo que me pasé de veras. Lo siento mucho.

SONIA TOMA LA FOTO SERIAMENTE. LA MIRA. HACE PUCHEROS PARA AGUANTAR LA RISA. FINALMENTE NO PUEDE CONTROLARSE Y SUELTA LA CARCAJADA. LA RISA DURA UN TIEMPO PRUDENTE, MIENTRAS FERNANDO SE HUNDE DE VERGÜENZA EN SU ASIENTO. FINALMENTE, POCO A POCO, SONIA APENADA SE CALMA.

Sonia.
Lo siento mucho... es que... no esperaba algo así. Parece... otra persona.

Fernando.
Un sapo.

Sonia.
¡Exacto!... digo...

Fernando.
Un sapo, lo sé. Mi mamá de cariño me decía sapito. (IMITANDO A LA MAMÁ) "A ver mi sapito, hazme unos ojitos". Y yo le hacía así, y hasta le croaba; “croac”, “croac”.

PAUSA. SONIA REGRESA A SU ASIENTO.

Sonia.
Esa... muchacha, con la que bailó, ¿lo conoció así, como en la foto?

Fernando.
Sí.

Sonia.
¿Y la sigue viendo?

Fernando.
Bueno, no la he llamado, pero quedamos en seguirnos viendo.

Sonia.
(MIRANDO LA FOTO) Es increíble que una mujer... ("SE FIJE EN UN SAPO") ¿Qué defecto tiene ella?

Fernando.
No tiene frente.

Sonia
¿Qué...?

Fernando.
Bueno, tiene, pero no tiene. Es decir, le falta el hueso. Mire: (FERNANDO LE MUESTRA SU PROPIA FRENTE) No la tiene así, abultada como usted y como yo. Ella tuvo un accidente. Se hizo pedazos el hueso éste. La piel la tiene hundida. Tiene un hueco.

SONIA HA QUEDADO ASOMBRADA.

Fernando.
Pero usa un fleco que le tapa la frente, casi no se le nota.

Sonia.
Pues... ¡caramba! No sé que decir.

Fernando.
Dígame nada más que puede hacer por mi barro.

Sonia.
Nada.

Fernando.
Pero usted es cosmotóloga.

Sonia.
Cosmetóloga.

Fernando.
Sí. Se supone que usted sabe de éstas cosas.

Sonia.
Si, pero ya no hay nada que hacer. Solo esperar que seque.

Fernando.
No... No puede ser. ¿Cuánto tarda en quitarse?

Sonia.
Desde que nace, unos cinco días.

Fernando.
Entonces si lo tengo desde el sábado, me quedan hoy y ¿dos días más?

Sonia.
Si, para el miércoles estará casi seco.

Fernando.
No puede ser.

Sonia.
A menos que se lo quiera exprimir. Ya está bien maduro. A veces se revientan solos.

FERNANDO SE LLEVA LAS MANOS A LA BARBILLA. SONIA SE ATERRA ANTE LA IDEA DE QUE SE LO REVIENTE. SE LEVANTA COMO RESORTE.

Sonia.
¡No, no lo haga!

FERNANDO REACCIONA ASOMBRADO ANTE EL ÍMPETU DE SONIA.

Sonia.
(SE JUSTIFICA) Es que... hoy hicieron limpieza y... bueno, es muy grande, ¿por qué no lo hace en su casa?

Fernando.
¿Qué cosa?

Sonia.
Quitarse el barro.

Fernando.
No, si no quiero quitármelo. Lo que quiero es conservarlo.

Sonia.
¿Cómo?

Fernando.
¡Sí! Quiero quedarme así. Ya no quiero parecer sapo... ni que se rían de mí...

Sonia.
Mi risa fue compulsiva...

Fernando.
Por eso no quería ver a mi amiga. Quería estar seguro de quedarme así. Había pensado en la posibilidad de dejarme el bigote... usted sabe, para la estética... ¡Quiero seguirme viendo así!

Sonia.
Pues tómese una foto... ¡perdón!

PAUSA. LOS DOS SE SIENTAN.

Fernando.
Tenía la esperanza. Por eso no quería ver a Lucrecia, hasta saber que conservar mi mentón.

Sonia.
¿Lucrecia es su amiga?

Fernando.
Sí.

Sonia.
Lucrecia es un nombre poco común... yo lo leí hace poco. (TOMA SU AGENDA Y REVISA) Sí, Lucrecia Torres...

Fernando.
¿Lucrecia Torres? ¿La conoce?

Sonia.
No. Es su primera cita... pero... ¿usted la conoce?

Fernando.
(SE LEVANTA) Claro, es mi amiga, con la que bailé. La culpable de mi mentón, de mi barro.

Sonia.
Pues está esperando afuera. Tiene cita conmigo después de usted. (TRANS) Que pequeño es el mundo.

Fernando.
Pero, ¿qué quiere, por qué viene a verla?

Sonia.
No sé. Le digo que es su primera cita. Déjeme ver. (REVISA NUEVAMENTE SU AGENDA) Ya. Aquí dice que le salió un barro en la frente.

OSCURO.
TELÓN.

Este juguete teatral ha sido creado en el mes del amor de 1994 y escrito en el mes de marzo del mismo año, simplemente por hueva.

Está inspirado en un hecho real en un diez por ciento. El noventa por ciento restante, aunque parezca increíble, es pura fantasía.

Los nombres son verdaderos, no han sido cambiados para proteger a los inocentes, porque aquí no hay inocentes. Todos son culpables. ¡Que se jodan!

õõõõõõõõõõõõõõõõõõõõ

Los comentarios finales, son también del desconocido autor.


Cerremos con un,
íííííííííííííííííííííí
FINAL JOCOSO.
En Mérida, Yucatán, México, mi tierra querida, Deily y Willy se van a casar. Faltan tres días para la boda. Como todas las noches desde hace dos años, Willy acude a encontrarse con su amada, en la discreción de la sala y sin testigos, por la prudencia de los padres que dejan con el novio a su casta Deily y se encierran en sus aposentos.
Willy, ha soportado por dos largos años, las ansias de hacer suya a la bella doncella, pero cuanto más cercana está la fecha prometida, más pretencioso se vuelve, y finalmente confiesa su desesperación.
-Deily- le dice suplicante- en tres días nos casamos, pero yo no aguanto más. Quiero que me des “eso”.
Deily, sin querer entender la osadía pregunta:
-¿Qué cosa?
Willy, sin dejar de lado su mirada suplicante y con voz infantil, suplica:
-“Eso” que tienes ahí y que guardas para tu esposo, o sea yo.
-¿Quéeee? – pregunta Deily escandalizada- Eso nunca, me dijo mi mamá que no te diera nada, ni un segundo antes de la boda.
Willy sabe que insistir es poner en riesgo la boda y sabiamente calla.
Faltan dos días para la boda, y Willy va como siempre, noche a noche, a visitar a la virgen de sus sueños.
-Deily-dice Willy acongojado- ya nos vamos a casar, ni modo que huya a México, dame “eso”, por favor. Ya no aguanto más. Me voy a enfermar. ¿qué tal si se me rompe la hiel o me da un ataque…
-Willy- dice la muchacha tajante- Ya te dije que mi mamá me dijo que no te dé nada, ni un segundo antes de la boda.
Willy, sin querer dejar la oportunidad, desesperado le dice… entonces… entonces, déjame verlo.
-¿Verlo? – pregunta pensativa Deily, y repone- Pues mi mamá no me dijo nada de eso, así que velo.
Deily sube su vestido, baja su calzón y dice:
-Pues velo.
Willy admira el monte prometido y se embelesa.
-¡Huay! … ¡Qué cosa tan bonita…
Falta un día para la boda y los amados se encuentran nuevamente. Willy acusa signos de desvelo y debilidad.
-Deily- dice Willy- Ya no puedo más, ya dame esa cosa maravillosa, no puedo dormir ni dejar de pensar en “eso”. Por caridad, ya dámelo… mañana nos casamos…
-Aunque nos casemos en madia hora, ya te dije que mi mamá me dijo que no te dé nada, ni un minuto antes de la boda…
-Bueno… déjame verlo…
-Pues velo-dice Deily y nuevamente se lo muestra.
-Está precioso eso, déjame tocarlo.
-¡No!- dice Deily- ¡no te atrevas, nada de tocar!
Willy, desesperado, no quiere dejar la oportunidad y casi por decir algo le pide:
-Bueno, déjame… déjame… olerlo…
-¿Olerlo?- dice Deily- mi mamá no me dijo nada de eso… pues huélelo…
Willy se inclina lo huele y se incorpora de inmediato preocupado:
-Oye Deily, ¿tú crees que aguante eso para mañana?




A falta de imágenes que ilustren esta entrega, les obsequio algunas imágenes de mi bella tierra Yucatán, México.

Y hasta la otra semana…
























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íííííííííííííííííííííííí
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Gracias Google, Wikipedia y
Biografías del Ayer de Luis Roberto.
  
Respetuosamente,
  
El abuelo Febo


xocdzib@yahoo.com







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